hablarnos tal vez,
declamando en seco,
impecablemente engolado
y no te leo.
No alcanzo a destejer
tus sílabas musicadas
que se dispersan
en onda de mareas simuladas.
Para qué el mensaje
y el estribillo envasado,
si el contenido se derrama
henchido de burbuja.
Te oigo,
a cada poco,
amplificado el significante
de un significado mudo,
vano de consigna.
Te oigo,
a tí y a los mensajeros,
los extractores del lema,
cronistas del titular
multiplicado en la maraña
donde las jaurías ladran.
Te oigo a ti,
cualquiera de
los tres o cuatro
que vendéis futuros
a interés variable,
y el desencanto canta
arias tristes
en las noches de lluvia.
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