en las noches de zambullida
murieron ahogadas de espuma,
drogadas de sal,
sucumbiendo al reflejo más inestable.
La muerte se ofrece,
solícita y en banda ancha,
a través de teleoperador.
Los eclipses se retroalimentan
en una moda nueva de arrebato
mientras la luz se licua
llenando vasos con destellos.
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