Sobrevuela la gaviota delatora
los balcones más confinados
y ella sigue señalando,
a graznido afilado y fiero,
sobre quien deben cargar
los crueles azares
de la levedad que nos define.
Entonces es cuando maldices
todas las aves
y el instinto que marca
territorios de tragedia.
No hay justicia,
ya os lo dije,
y las órbitas nunca
nos tuvieron en cuenta.
De nada sirve rebelarse
contra los ensañamientos
que no lo son,
pues son la suma de accidentes
que van con el trayecto
pero el dolor es.
Seguir camino nos queda
hasta donde nos lleve el grito de gaviota.
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