Recuerdo bien aquel barril de manzanas
a bordo de La Hispaniola,
escuchando complots corsarios.
Como olvidar Lillyput y las tensas
cuerdas que amarraban un fortuito gigante.
La flor de Lys a fuego en la piel de Milady de Winter
y la amargura de Athos, verdugo mediante.
Bien recuerdo aquellas páginas
en las que viajar a islas misteriosas
donde extraviarse,
explorar el centro de la Tierra
o volar en globo con un tal Cyrano.
Bien recuerdo una infancia de letras tempranas,
entre clásicos en párrafo
y versiones ilustradas.
Flash Gordon en Mongo
y Valiant de Thule a Camelot.
El enmascarado en África
con sortija de calavera.
Bien recuerdo pues me revisitan,
ahora, a cada poco,
a esta edad y etapa,
recordándome la cocina y la silla de enea
o la cama de los sarampiones y las paperas.
Pilares de papel
para la estructura que me forja.
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