Hay mujeres de cianuro
que expelen tóxico aroma
al navegar las aceras,
matando amores
en eutanasia activa.
Hay mujeres de miel,
miel de panal amargo,
dulzor falso en celdas
manufacturadas en cera
de cirio de penitencia,
miel tornada a corto plazo
en hiel punzante,
abrasiva y urticante.
Pero hay más,
hay más mujeres de agua,
de arroyo claro,
de fresco torrente,
que lava el alma
a borbotón de beso,
o tímido manantial
que filtra la entraña,
calmando ardores.
Hay mujeres de vino,
de rosado joven
iluminando días
o gran reserva,
tinto intenso
para asedar las noches.
Hay mujeres de fuego,
de brasa o llama,
de tierra, de fruto,
de viento o brisa,
mujeres de carne
forjada a abrazo,
mujeres de sangre
destilada en templos.
Menos mal que hay mujeres,
más mujeres de mujer hechas.
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