Con sol abierto
de luces en bandada,
el suroeste nos despide
besándonos en aceituna.
Los muros viejos,
de mil guerras doloridos,
sonríen a nuestro paso,
rumbo al norte,
y el río convaleciente
del invasor camalote
se despereza grato.
Atrás queda el redoble,
la máscara y la murga,
la sangre y la crianza.
La memoria de las calles
y la madre sentada
frente al televisor farsante.
Volvemos a la Ciudad de Paso,
donde el carbón hace testamento,
desde la frontera de agua calma
donde el futuro firma el paro.
de luces en bandada,
el suroeste nos despide
besándonos en aceituna.
Los muros viejos,
de mil guerras doloridos,
sonríen a nuestro paso,
rumbo al norte,
y el río convaleciente
del invasor camalote
se despereza grato.
Atrás queda el redoble,
la máscara y la murga,
la sangre y la crianza.
La memoria de las calles
y la madre sentada
frente al televisor farsante.
Volvemos a la Ciudad de Paso,
donde el carbón hace testamento,
desde la frontera de agua calma
donde el futuro firma el paro.
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