Retornado a los dorados,
a los rojizos cielos
que se vierten en la Alcazaba,
tribuna sobre el río.
Al redoble,
al corcho añejo,
la jara osada
y el junco danzarín.
Retorno a los tambores
de lentejuelas de Carnal,
tierra que danza irredenta
antes de ponerse el yugo
del trono penitencial,
cuando todo vuelve a su sitio.
Retorno al aire dulce,
azucarado de azahares
que niega panes
y especula con jornales.
Al Suroeste de frontera,
contrabandista y trapichero,
donde los poetas mienten
cuando cuentan los luceros.
Donde anida el “quejío”
con ademán de cigüeña
y aún se huele a sangre
fusilada a contratiempo.
a los rojizos cielos
que se vierten en la Alcazaba,
tribuna sobre el río.
Al redoble,
al corcho añejo,
la jara osada
y el junco danzarín.
Retorno a los tambores
de lentejuelas de Carnal,
tierra que danza irredenta
antes de ponerse el yugo
del trono penitencial,
cuando todo vuelve a su sitio.
Retorno al aire dulce,
azucarado de azahares
que niega panes
y especula con jornales.
Al Suroeste de frontera,
contrabandista y trapichero,
donde los poetas mienten
cuando cuentan los luceros.
Donde anida el “quejío”
con ademán de cigüeña
y aún se huele a sangre
fusilada a contratiempo.
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