A la luz cruenta de este domingo impostado,
atestado de dominicales gentes
que al socializante vermú se entregan,
se transita con dificultad
en esta ciudad que como agonizante se nombra.
Relumbra el alumbre del postín y el tronío,
el champú aromático de los galanes tardíos
y la laca de pedernal
de viudas de astronautas prejubilados.
Las buenas gentes perdidas,
en este laberinto mítico y semanal,
persiguen mesas abandonadas
en terrazas de sol y paloma.
Hay niños que gritan sobrados de ropa y marca
e indigentes de empatía,
pues desprecian a los adultos,
tal y como se merecen.
Tras la siesta, de haberla,
visita a un cine desértico en pos de película
de un director que fue moderno.
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