
En el monte del aullido,
de la bestia pura,
hay un arroyo fresco
de sangre recién latida,
hostiles arbustos
que buscan ansiosos
piel de pierna descuidada.
No amanece entre las ramas,
ronca la hojarasca
y murmura el musgo.
No existe la manada,
solo la criatura,
única y desnuda,
consigo y su fatiga de lo escarpado.
Nube de aliento
empapada de luz de luna,
dibujando confusos pensamientos,
jadeando temores aprendidos,
buscando al hombre,
al animal disfrazado
de culturas, ritos
y soberbia en el tuétano.
Despojado de hormigones,
aceros y neumáticos,
en la cuna de todo lo que nace.
La tierra, tierra,
del hombre, hombre.
Ilustración perfecta como acompañamiento.
ResponderEliminarCada día las palabras son más certeras a la hora de expresarse.
Bien escrito!
Hay bosques más peligrosos que los materiales.
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