No se hicieron las guitarras
para romper silencios,
sino para engalanarlos,
de oro puro y bramante.
No quiso la voz el grito,
que siempre buscó el canto,
o el susurro cadencioso.
No se amasó el papel
para los contratos,
sino para el verso torpe,
dudado y elegido,
para el personaje
y sus antagonistas,
sus tribulaciones imposibles.
No se hizo la mente para el lucro,
sino para la idea,
una o múltiple,
de todos o de nadie.
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