La tozudez de la grieta,
empeñada en el derrumbe,
es difícil de extirpar
y no hay yeso convincente
que le haga cejar en la abertura.
Abre lentamente
pequeños abismos
como párpados somnolientos,
abandonados a las edades,
a la indefectible erosión,
dispuestos al colapso.
Hasta la luz empuja,
dilata haciendo hueco,
impalpable herramienta
trabajando a golpe de aire.
El puntal voluntarioso
acaba combando el ánimo
y la viga en retirada.
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