me queda siempre la melodía,
un llanto de cuerda grave
que se dilata en aguacero.
Melancolía de musgo
expandiéndose en los tejados
y una enlutada plaga
de paraguas agresivos,
floreciendo como hongos
en este bosque asfaltado.
En estos días de adagio,
de verso huérfano
y húmedo
de palabras lacrimales,
procede votar por la alegría,
serena y tenue,
y mojarse de calle
y gente procedente.
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