que no vives ya en aquella azotea
donde te robé los roces
y aquellas salivas salvajes
de bravías espumas.
Van y me cuentan los gorriones
que huiste tras la última refriega
entre carne enhiesta
y sonrosados pliegues.
Y yo te espero,
resuelto en cometas,
para entregarte el diluvio
de mi ser y esencia
a tu petición sincera.
Y sigo aquí,
en estrato,
en sustrato
y extracto,
resumido y único,
para darme
a tu demanda.
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