en el ánimo cotidiano
cuando la mirada arrecia.
Luz en dardo,
al cruce,
saetas ávidas
de alguna ilusión perdida.
Revolotean los estorninos
acotando las distancias imposibles
y el trino hiere a quemarropa,
soñando el roce leve
que incendie todo páramo.
Ser un día más,
aún en fuga preventiva
de la vida que hiere y mata.
Estar ahí,
casi invisible,
disuelto en la comisura.
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