de un enero acantilado
de un año que se presume abismo.
Tintes negros
en batalla con el morado femenino,
el violáceo impulso
que nos despertó
allá en marzo
de la siesta masculina,
el sopor indolente
ante lo injusto.
Tintes de bandera
asfixiando gente,
la fanfarria apagando el canto
amargo del humilde
y la espada en cruz,
la mantilla negra
y los charoles lustrados
para escoltar pasos
a lomos de un pueblo costalero.
Sotanas en la escuela,
pavor infante
y moral impuesta
e impostada.
Un año que se presume abismo
si nos perdemos en desencantos,
bailando el agua
a otros patriotas
de afán centrífugo,
nocivos también
para el avance sin lastre.
Si no nos reclamamos
soberanos de lo nuestro,
nos comerá la abulia rancia
y el mal vino embriagará
la tierra.
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