Se empiezan a fundir las horas
sobre nuestras espaldas dobladas
mientras los balcones
retumban quizá demasiado.
En las pantallas canciones
de gente amable
que amablemente llorar te hace
pues ya te gastas,
te erosionas en el principio
de lo que no sabes qué vendrá.
Cuando el roce es amenaza
y la palabra se ahueca
por escrito o en tertulia.
Sin calor de nadie,
como Miguel dijo,
y sin consuelo
por asepsia.
Aglutinemos estribillos
y frases cortas en gracieta
por mor del avance
del calendario cruel
que nos tocó en la espiral.
Y cuando el sol pase
patrullando por la ventana
mojémonos en luz
que nos cargue de protones,
de positivas partículas
que resistan al tornado.
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