Colgados del viento  vienen
 oscuros cantos de   ballenas varadas,
 despedidas  asumidas
 de un oceano  sordo,
 inmune a los  aullidos.
 La arena no tiene  retorno
 mudada en ergonómico  tálamo,
 cuna última reteniendo  espuma.
 Hastío de  mareas
 y rutinarias  lunas
 que se devoran y  crecen.
 Pegadizo estribillo de lo  ineludible,
 inútil frase  fustigada,
 descolgando motivos para la  huída.
 Es el aria del cetáceo  cumplido,
 cansado de la condición y  la tarea,
 publicitando el  hartazgo,
 la inapetencia del placton  dragado,
 tedio de la pirueta y el  bronco chapoteo.
 El último arco de  ola,
 acota la  alambrada
 de espinos de concha  
 de caracola  desafinada,
 tras el muro de  sal
 libertad de arena y  aire,
 olor a mimosa  nueva,
 tierra mojada de arroyo  dulce,
 corteza de  pino
 y hongos soñados  
 que se quedan en  anhelos,
 más rumbo que  destino.
Me he perdido, con tanta metáfora y adjetivo....
ResponderEliminar¡Las mujeres damos para tan poco!
Por mucho que la tenga usted tomada con los adjetivos, le aseguro que no sobra ninguno. Todos tienen su función. Eso no quiere decir que el poema sea bueno, pero es lo que he querido escribir.
ResponderEliminarSi quieréis saber más del mar, sólo hay que escuchar, el mar es de todo menos tranquilo, si uno entiende lo que dice cuenta historias bellas e indescriptibles, embruja con su voz suave acompañada de la caricia de las olas...
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