A La Rula de Luanco
llegan peces de palabra
pescados en cualquier Atlántida,
pintados a colores soñados
y tallados en la proa musicada
de algún navío indiano.
Sabe a sur en el norte,
a Habana Vieja entre olas
donde los boleros se derraman
cuando la tarde se incorpora.
Bastión y ancla
de la belleza que resiste
los envites de la cloaca
de lustrosos apellidos,
de la saña profunda
de amarga raíz codiciosa
y el mal zaíno
de los lacayos.
En La Rula no hay subasta
más que de espuma
y sal cantábrica tintada en azul
de malecones remotos.
llegan peces de palabra
pescados en cualquier Atlántida,
pintados a colores soñados
y tallados en la proa musicada
de algún navío indiano.
Sabe a sur en el norte,
a Habana Vieja entre olas
donde los boleros se derraman
cuando la tarde se incorpora.
Bastión y ancla
de la belleza que resiste
los envites de la cloaca
de lustrosos apellidos,
de la saña profunda
de amarga raíz codiciosa
y el mal zaíno
de los lacayos.
En La Rula no hay subasta
más que de espuma
y sal cantábrica tintada en azul
de malecones remotos.
OJU QUE ARTE Y ALEGRIA
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