Por aquel camino viejo,
tan viejo que borra los recuerdos,
se llega a la aldea de los muertos
de nadie,
habitada por olvidos errantes,
soledades en condena
que vagan por las callejuelas sombrías.
El silencio impera
salvo alaridos del viento
en los otoños postergados.
El sol lame los tejados
para iniciar el día
y a veces suena ronco
un violonchelo viudo
que acompasa el paso
de los espectros.
Crujen las maderas
lamentando las edades
y el valle bosteza
entre auroras.
Los muertos de nadie
ni mueren.
tan viejo que borra los recuerdos,
se llega a la aldea de los muertos
de nadie,
habitada por olvidos errantes,
soledades en condena
que vagan por las callejuelas sombrías.
El silencio impera
salvo alaridos del viento
en los otoños postergados.
El sol lame los tejados
para iniciar el día
y a veces suena ronco
un violonchelo viudo
que acompasa el paso
de los espectros.
Crujen las maderas
lamentando las edades
y el valle bosteza
entre auroras.
Los muertos de nadie
ni mueren.
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