lunes, 4 de noviembre de 2019

OVIEDO

Vengo a Oviedo
y me llueven sus calles
de pavimentos lamidos,
quizá llorados
de Regentas altivas
y lascivos beatos.

Oviedo paseo haciendo tiempo
a la burocracia de rodillo,
de sello y estampa,
y escucho sinfónica
en dispositivo
por aislar lo despectivo.

Vengo a Oviedo
que me embauca
y me transtorna,
con sus mármoles
y gárgolas,
las estatuas peatonas,
sus señoríos
y sus pobres,
sus banderas de balcones
y sus letras libres
con palco en ópera.

Hay una esencia,
quizá un aroma,
un tacto,
las fachadas
y las luces
que de Oviedo
a mí me llaman. 

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