siempre fui más de frente que de nuca, 
de pecho que de espalda, 
y lo que pareció inquebrantable 
se tornó cristal de vitrina. 
Ni me preguntó por qué 
porque bien lo sabía. 
Cuando estaba tendido en el suelo, 
desmadejado sobre el charco inevitable, 
mientras guardaba el arma 
me pregunté por qué 
y yo, 
que tan claro lo tuve, 
no supe qué contestarme 
y me fui llorando a la taberna clandestina 
para bañarme en blues y en bourbon caro. 
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