Se angosta el paso prefabricado
de mis aires y estertores hacia algún camino
o encrucijada de matorral o de cipreses.
Hacia algún túnel del tiempo,
un salto de agua
o un retal de nube abandonado por la última tormenta.
Lo llevo todo escrito,
por si hubiera examen improvisado
o control de documentos,
que tiempo es de controles
y el Presidente prohibió el vuelo de los peces entre olas.
Moderaré el discurso pues el rabiar no ayuda
y el verso desbocado deja mala imagen
en el hacedor de estrofas
que ahora bordaré en bastidor de expectativas,
conjugando con tibieza.
Habrá que volver a escarbar en las formulaciones
para diseñar la carta de navegación hacia los archipiélagos posibles.
Agotador es el viaje
para un Ulíses de barrio bajo
que no persigue glorias ni encuentros con sirenas,
las que siempre llaman cantando.
Volver a Ítaca,
maltrecho y sucio de sal de espuma,
sería mi afán
pero quién sabe de las voluntades
de los iracundos dioses que nunca fueron.
Se angosta el paso de esta mina improductiva,
que no da ni mineral de canto,
ni ruido de derrabe en un posteo precario
que a cada poco cruje.
Entre tanto cantaré en lo amable
si es que me deja el estallido.
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