esperando al volteo 
mientras el tiempo más árido 
se precipita en embudo, 
tenue chorro que dosifica posibilidades. 
El tiempo arraiga nudoso,  
como para perdurar en el huerto 
de las oraciones finales, 
pero se marchita inesperado 
acelerando el ciclo. 
Todo es órbita 
o espiral y remolino 
que succiona las materias
y los huecos.
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