me mira y huye sabedor de lo voraz. 
Las voces de la casa son taladros de estridencia 
y lo humano, 
lo humano empieza a no serme 
y lo divino, 
lo divino nunca me fue. 
En la ventana el sol se tamiza 
y resuelve los crucigramas cotidianos. 
Se marchitaron los brotes de versos en las yemas de estos sarmientos, gélidos de la nevada, y el racimo es promesa por incumplir. No abu...
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