y lo que quizá debí quedó en remoto,
colgado de un pliegue de mi camisa de alga.
Ahora vuelvo a casa sin harapo de vela naufragada
y con la llave más quirúrgica.
La calle solo es itinerario
pues la estancia es hoja dorada pendiente del pedúnculo.
Tengo andado y levitado sobre las mesas
de todas las últimas cenas en las que se fraguaron los huertos.
Te miro a veces y mis pies se rinden.
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