Tus armarios rebosan monstruos
y en la oscuridad sonríen los payasos.
Hay muñecas de porcelana
despeinadas bailando valses desafinados
sobre los crujientes estantes.
El suelo de madera se lamenta
bajo pasos imposibles.
Fuera,
las farolas amarillas
te envían sombras inciertas
para helar el edredón,
tu barricada.
El pretendido grito
se ahoga en la vergüenza
y la noche pasa.
No hay espíritus,
sólo infancia.
jueves, 5 de septiembre de 2013
Infancia
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