los que te envuelven en mercurio para traerte a este lado
de lo que por lo visto es o ser pudiera
y me apareces desnuda y fría como un hongo madrugado.
Vuelve a tu tamaño y vístete de naipe,
urgente y bien mezclada
tras el té de a saber qué hora.
Sigue sonriendo el gato británico
pero displicente,
como forzado por la pandemia de estulticia
en este reino decapitante.
Mírate llegar deslizándote por la interrogación eterna
mientras yo ya no te espero
con mi reloj desorbitado que me hace tarde
lo que llega quizá muy pronto,
siempre pronto para cualquiera que conviva
con su reflejo expectante.
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