Los cadáveres de los dioses
se corrompen más despacio
apilados en las dunas de algún desierto
bombardeado.
La catedral inundada
acoge a los peregrinos náufragos
y a los suicidas ahorcados
en los arbotantes.
Es ilegal el inmigrante transgénico,
más por pobre que por genética,
mientras mueren los arios en masa
por un virus elitista.
Hay control de senderos
en el hayedo de todos los otoños
donde berrea el ciervo rey,
lujurioso y violento.
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