Hoy te sé ahí,
reivindicándote necio en mi cuello devastado,
porque no me distraiga,
porque no olvide la certeza
y levite demasiado entre notas que suenan en altavoz inteligente.
Hoy me saludas
con el abrazo implacable,
sólido,
sustanciado en la presencia.
Ajeno a mí pero tan mío
pues en mí te constelaste.
Y yo a mi verso y mis pantallas,
con la indolencia del que espera un divorcio
por dejación de funciones,
social a la que me dejas.
Pero es que te sé
y saberte es lo debido mientras tú me sabes sabedor
de que no entrego mis llaves
ni hago ofrenda de espada
hasta la derrota.
Defenderé cada trecho de segundo
de tu conquista lenta palpando soles en el alba
y bebiendo las mixturas de los olores cercanos.
Hoy te sé,
en tu afán y regocijo,
otro café
y cambio lo sinfónico
por lo pentatónico de algún pantano de Nueva Orleans,
donde abunda el cocodrilo.
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