y el hambre de ti el alimento sustancial que me sostenga.
Empecemos así,
rayando la cursilería por mor de provocar
antes de internarnos en los resquicios oscuros de la rabieta,
del dramatismo contestatario de los héroes contemporáneos
que tanto luchan y tanto nos redimen todos los días
de lo acomodaticio.
Empecemos así
y luego esputemos tras la mascarilla versos hirviendo
de conciencia colectiva
o de tormento interior que se expande y se derrama
sobre las espaldas mojadas de los boquiabiertos
para espolear los caballos alazanes de las revoluciones
que nunca vimos.
La caída libre puede ser vuelo
y mi sed de tu cáliz la última oración en el huerto.
Empecemos así,
por qué no,
evangélicos e irreverentes y apedreemos a un ángel desterrado
en desagravio por las cervezas negadas.
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