Quise bucear en el Mar Muerto
y ahora soy momia en salazón,
flotando a regañadientes.
Caminar sobre las aguas
nunca fue mi vocación,
que al milagro tengo alergia
y mi santidad está más que cuestionada
por mi propio comité de expertos.
Pues bien sé que un cardenal ahorcado
ilumina más el sendero
que un fanal de óleos históricos,
y más seguros van los niños.
Mucho recé en los huertos
pero más obtuve de la recolecta del tomate
que de rechazar cálices crueles.
Se me durmieron los apóstoles
porque nunca los tuve
aunque de Iscariotes anduve servido.
Bien sé que me muero,
sin negaciones a canto de gallo,
pero no de redenciones
sino de cánceres reiterados.
Todavía respiro,
todavía escribo,
de hijo de puta que soy por persistente.
En tanto tengáis aliento
vivid,
que si no ha de ser
no será.
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